No, Gladiator no es una película Histórica.
Hoy vamos a echar un ojo a la película del año 2000 dirigida por Ridley Scott, "Gladiator", bueno para modernos alienados por la cultura americana y otro tipo de incultos "Gladieitor"; yo prefiero usar la fonética latina (Gladiator-ris de la tercera declinación).
Grosso modo la película nos cuenta que el hombre de confianza del emperador Marco Aurelio (Roma, 26 de abril de 121-Vindobona, 17 de marzo de 180) (Richard Harris en la película) es un general de origen hispano como él, Máximo (Rusell Crowe), quien conduce a las legiones a una victoria casi definitiva sobre los germanos. El emperador no se fía un pelo de su vástago, Cómodo (31 de agosto de 161-31 de diciembre de 192) (Joaquin Phoenix en la película), que es un psicópata y que antes de ser desheredado asesina a su progenitor. Máximo, a quien en realidad Marco Aurelio quiere confiarle el Imperio, se rebela y el resultado es que intentan eliminarlo, lo que consigue evitar en el último minuto, pero no puede impedir que maten a toda su familia. El general se convierte en un famoso gladiador, cuya leyenda llega hasta Roma, donde combate en el circo con el apodo de «el Hispano» hasta que se da a conocer. Máximo y Cómodo mueren en un duelo final en la arena, dando fin a la época de terror impuesta por el hijo de Marco Aurelio. Pues bien, si Ridley Scott quiso hacer una película histórica no dió ni una, aunque supongo que el director solamente quiso contar una historia sin pretender hacer una recreación histórica de la realidad. El Imperio no se derrumbó tras la desaparición de Marco Aurelio y aún lo dirigieron algunos personajes notables, si se prodria decir que comenzó una cierta decadencia, pero hay que tener en cuenta que esa decadencia duro al menos otros 3 siglos más. Marco Aurelio, de origen hispánico, fue un considerable filósofo y sus obras han llegado hasta nuestros días. Posiblemente se trató del último de los grandes emperadores, que pese a su intachable moralidad y sus principios debió dedicar mucho tiempo a la guerra, a pacificar las fronteras de Roma. De hecho, cuando falleció en Viena estaba a punto de conseguir una victoria definitiva sobre las tribus germanas y estabilizar la línea del Rin. Pero no murió asesinado por Cómodo. Es más, no desconfiaba nada del chaval. Y su fin se debió a la enfermedad, probablemente la peste, no al asesinato. Tampoco le desheredó: durante la campaña, le presentó a las legiones como «Sol naciente». Marco Aurelio tenía a los germanos prácticamente de rodillas cuando enfermó definitivamente.A los seis días de estar postrado se levantó, proclamó a Cómodo como su sucesor y la palmó.

Lo que sí es cierto es que el muchacho tenía un carácter complicado. Indro Montanelli le describió en su Historia de Roma como «célebre por sus gestas de gladiador, por su crueldad y su vocabulario soez». Le gustaba la pelea, pero en el circo más que en los bosques del Rin. Así, cuando se hizo cargo del Imperio, pactó rápidamente con los germanos, que estaban al borde de una derrota aplastante, y se volvió a Roma, donde había adquirido fama como gladiador. La verdad es que el mandato del joven no hizo honor a su nombre. Desde que tuvo 16 años, en el año 177, compartió responsabilidades con su padre y participó en varias contiendas. Tenía sólo 19 abriles cuando ascendió al Imperio y entonces se dedicó de lleno a sus aficiones: matar fieras y pelear con gladiadores. Otra de sus obsesiones era ser dios, cosa que, hasta hoy, no se conoce que consiguiera, aunque también era algo que compartieron otros predecesores en el cargo con el mismo resultado. Puede que sufriera algún desarreglo mental, lo que agravó la paranoia que le hacía ver conspiraciones por todos lados, en especial en dirección a Lucila (Annia Aurelia Galeria Lucilla; 7 de marzo de 150-182)(Connie Nielsen en la película), que era su tía y no su hermana como propone el director). Tampoco su final fue como el cinematográfico; fue bastante menos épico. Le perdió una mujer: su concubina favorita, Marcia; ella fue la mano que le dio un potente somnífero durante una noche de borrachera. Un sicario, posiblemente un gladiador de los que tanto gustaba, remató la faena estrangulándole. Tras su desaparición, el poder se convirtió en una rifa, en la que los más ricos pugnaron por la púrpura y la corona. Pértinax y Didio Juliano consiguieron, brevemente, el empleo, pero un general, o sea, el ejército, que era el que a la postre cortaba el bacalao, puso fin a la subasta por medio de Septimio Severo, quien puso algo de orden en el desbarajuste en que se había sumido Roma. Eso y la palmó.

